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Posts Tagged ‘Balotaje’


“¿Y vos qué sabés, si no vivís acá?”, es lo que nos dicen cuando no les gusta nuestra opinión. En cambio, si les damos la razón, nos premian con un “hasta los de afuera se dan cuenta”.

En realidad vivir afuera del país, ni nos incapacita para opinar, ni nos otorga la calidad de voz autorizada. Los que estamos en el exterior somos, primero que todo, argentinos. Nada más, ni nada menos. Las razones por las que estamos fuera de nuestro querido país y las circunstancias en las que nos encontramos, son tantas y variadas como personas somos. Y son personalísimas y privadas, por supuesto.

Argentina es para mí como una pintura impresionista ¿Vieron cuando uno mira un cuadro de Monet? Si te parás cerca sólo distinguís manchones de colores, pero si te alejás para contemplarlo, entonces visualizás perfectamente las flores sobre el agua, el puente, las lilas… Te alejás y… entonces, lo entendés.

Lo que sí es una constante entre muchos –muchísimos- de los argentinos que estamos fuera, es que el país nos importa tanto o más que cuando estábamos ahí. Nunca menos. Claro que no vivimos la cotidianeidad del día a día, no somos los que sufrimos un corte de luz o un atasco por obras, ni los que nos beneficiamos usando la SUBE o visitando Tecnópolis y los nuevos centros culturales. Pero no por eso se nos deja de arrugar el alma cuando las cosas no van bien, o nos llenamos de orgullo cuando se alcanzan logros como la recuperación de YPF, el matrimonio igualitario, la recuperación del empleo, la reducción de la pobreza, la soberanía satelital, y muchos más motivos de los que éstos son sólo unos pocos ejemplos.

Claro que no todos los argentinos en el exterior pensamos ni actuamos igual, pero somos muchos los que nos planteamos permanentemente qué podemos hacer por el país desde nuestro lugar. Y entonces nos encontramos con que cada uno de nosotros se convierte en un pequeño embajador popular de nuestro país en el extranjero.

Y así, un día nos damos cuenta de que somos militantes, no necesariamente de un partido, pero sí de un proyecto de país. Del proyecto que nos llena de orgullo. Y entonces nos ponemos a explicar boca a boca a cada español enfadado por lo de YPF, qué es lo que significa soberanía energética y recursos naturales, y lo importante que sería para ellos que -en lugar de defender los intereses de una multinacional que tributa en paraísos fiscales- exigieran a sus representantes que hagan lo mismo. Y ni hablar cuando el tema es la memoria histórica y los juicios a los responsables de delitos de lesa humanidad. O cuando contamos que, a pesar de todas las dificultades de las últimas décadas, en nuestro país el acceso a la universidad no dejó de ser gratuito, y que en los últimos años han obtenido el título universitario muchos jóvenes que son la primera generación de universitarios de familias obreras. O cuando damos verdaderas lecciones sobre finanzas internacionales explicando qué son los “fondos buitre” y la importancia de la lucha que está llevando a cabo la República Argentina en todas las instancias, incluso la ONU. Y estos son sólo, como decía más arriba, unos pocos ejemplos.

Particularmente, como integrante del Patronato de la Fundación Internacional de Derechos Humanos, que cada 10 de diciembre desde 2009 otorga el Premio Nicolás Salmerón de DDHH, siento un especial orgullo que el jurado de los premios, independiente y compuesto por personalidades del ámbito político, social y cultural de España y otros países, casi todos los años elija para alguna de las categorías un argentino. Así, en 2011 en la categoría internacional fue otorgado precisamente a nuestra Presidenta Cristina Fernández de Kirchner, en 2013 a Abuelas de Plaza de Mayo, y en 2014 al General de la Nación Juan Jaime Cesio (fundador del CE.MI.DA). Al lado de otros premiados por la lucha que estaban llevando a cabo (algunos encarcelados y otros desde la casi clandestinidad) los premios a los argentinos eran por su lucha, sí, pero esencialmente por los logros tangibles ya alcanzados.

También nos tocó ser embajadores populares en los momentos más oscuros.  Algunos de nosotros ya estábamos residiendo en el exterior, y no nos olvidamos lo que vivimos en ese aciago diciembre de 2001. Despertarnos escuchando las noticias que contaban que en nuestro país moría gente en las protestas. Llegar llorando a la oficina y explicar que las lágrimas eran por mi país. Llorar por mis connacionales y porque en una semana decenas de miles de inmigrantes volvieron a sus países porque el nuestro ya no tenía un futuro que ofrecerles. Otros, como mi amigo Alejandro que ahora vive en Zurich -y a quien conocí justamente militando por la continuidad de este proyecto- estaban en ese oscuro diciembre de 2001 en Argentina, viviendo la inseguridad (sí, la inseguridad) y la violencia en las calles durante esos días. Represión, estado de sitio, no poder salir de su propia casa. Después el trueque, los patacones, la incertidumbre sobre el futuro, la desazón, el quiebre social, hambre y pobreza por donde fuera que se mirara.

Será por eso que para observar esa pintura que es la Argentina, los que estamos afuera nos esforzamos especialmente en no mirar los manchones sino en sentir las impresiones, en mirar el conjunto. Y ese conjunto nos dice que, a pesar de las manchas de pintura y de las manos embadurnadas del artista (ninguna creación es prolija y limpia, ni perfecta, crear implica ensuciarse, y también equivocarse y rectificar) el cuadro que vemos nos muestra figuras y luces que creíamos que jamás volveríamos a contemplar.

Es cierto que podríamos criticar a la gestión cosas que hemos criticado también a gobiernos anteriores, o a la mayoría de gobiernos del mundo, pero lo más importante es que al mismo tiempo podemos elogiar logros que hace décadas ya no nos atrevíamos ni a soñar. Por eso es que nosotros, como muchos argentinos en el exterior, militamos activamente para no volver atrás. Lo hacemos por el país, por nuestros hijos, amigos y familiares, los hacemos por los otros, pero también por nosotros. Porque no soportaríamos ver que se repite la historia. ¿Que no nos afecta? ¡Claro que nos afecta! Las personas solidarias, los que tomamos como propio eso de “la Patria es el otro”, no podemos ser felices cuando la Patria sufre, cuando los nuestros pierden lo que tanto costó conseguir.

Somos muchos los argentinos en el exterior que queremos a nuestro país, y que nos hemos convocado espontáneamente detrás de una única bandera: Por nuestros hijos, amigos y familiares, por los otros y por nosotros, no queremos volver al 2001.

Pase lo que pase el 22 de noviembre, seguiré sintiendo orgullo de mi país, pero hoy milito por la continuidad de un proyecto que nos permitió volver a soñar y volveré a hacer 350 km. hasta el Consulado en Barcelona para votar. El 22 de noviembre votaré SCIOLI-ZANNINI.

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