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Posts Tagged ‘Joaquín Penina’


Un 9 de septiembre de 1930, un joven albañil proveniente de Gironella, una aldea de la provincia de Barcelona, llamado Joaquín Penina, fue secuestrado (detenido de forma ilegal y sin registro) en la ciudad de Rosario, por las fuerzas de seguridad de la dictadura militar del General Uriburu, que había comenzado tres días antes.

La desaparición forzada de personas -cuyo momento más dramático se alcanzaría en los años setenta- se inauguró con este secuestro y posterior asesinato producido entre el 10 y el 11 de septiembre de 1930, durante la primera de una triste pero no olvidable saga de dictaduras militares y terrorismo de estado.

El Jefe de pelotón de fusilamientos fue el subteniente Jorge Rodríguez, quien años después contó cómo se llevó a cabo el crimen y los últimos momentos de vida de Penina. En “El culto de los asesinos”, de Osvaldo Bayer, así es relatado:

«Fue bajado del camión y sintió el ruido de las cargas de las pistolas. Entonces yo, que lo tenía a un paso, lo vi abrir los ojos en mirada de asombro y rápidamente comprender. Dio un medio paso atrás y le vi morderse el labio inferior como si prefiriera sentir el dolor de su carne más no el temor. Yo iba detrás. Desde que lo había visto bajar, en mi frente y en mis ojos sentía que se había posado un velo de extrañeza y de irrealidad. No quise prolongar la valiente agonía de ese hombre. Ordené: ¡Apunten! Entonces el reo giró la cabeza hacia la izquierda y mirando con odio al grupo que presenciaba, gritó: «-¡Viva la anarquía! -su voz era templada, yo no ví temor. “¡Fuego! – ordené, sin ver ya nada. Tres tiros”. Después de describir cómo le dio en la cabeza él mismo con el tiro de gracia, agregó el subteniente: «Todos nos acercamos hasta donde estaba el cadáver y alguien dijo: ‘Fue un valiente hasta el último momento’. Vestía pobremente: zapatos de caña; pantalón, no sé si de fantasía o marrón oscuro. Un saco también oscuro. Era rubio y de pequeña estatura. Representaba unos 25 o 26 años. De sus bolsillos se sacaron dos o tres galletas marineras muy duras y en parte comidas, y un giro de cinco pesetas para un hermano de Barcelona. El giro no llegó a mis manos ni sé tampoco quién se lo llevó».

Joaquín Penina llegó a Rosario en 1925, con 24 años, siendo ya un militante anarcosindicalista que presumiblemente huyó de la dictadura de Primo de Rivera. Dedicado a la albañilería, poco después de llegar entra en contacto con los anarquistas desperdigados por la zona. Se afilia al gremio de los albañiles y, más tarde, comienza a militar en la Federación Obrera Local Rosarina.

En su habitación de la pensión de calle Salta y Presidente Roca poseía una biblioteca en la que convivían obras literarias con diarios y revistas políticas. Según cuenta la Profesora Anahí Fernández, nunca asumió responsabilidades de jerarquía en el movimiento obrero. Por ideología y por elección prefería difundir y vender la prensa y la literatura libertarias. Adhería a las ideas anarquistas y pacifistas de León Tolstoi (cuyo nacimiento se celebra la misma fecha en que Joaquín comenzó a morir). Practicaba el naturismo, prescindía del alcohol y del tabaco, y era vegetariano estricto. El 7 de septiembre de 1930, un día después del golpe de estado, se publicó el bando que disponía «pasar por las armas» a quienes participaran de la difusión de propaganda opositora a las autoridades de facto. Joaquín Penina fue acusado de un único cargo: la distribución de panfletos contra el dictador Uriburu. Le adjudicaron la autoría del panfleto y la responsabilidad de imprimirlo.

«La jefatura de Policía nos informa que en las últimas hora de anoche fueron fusilados tres hombres de ideas avanzadas -anarquistas o comunistas- a quienes se sorprendió pegando carteles o llevándolos en los bolsillos…», informaba el periódico al día siguiente.

Su cuerpo nunca apareció. Del otro lado del mar, en la II República Española, al enterarse de su muerte los vecinos de Gironella impusieron su nombre a la calle principal del pueblo. El franquismo abolió dicho homenaje durante cuarenta años. Pero la memoria popular es paciente y empecinada. 

Cuarenta años después de su muerte, la historia de Penina fue reconstruida por el poeta rosarino Aldo Oliva (1927-2000). Pero esa investigación no alcanzó a ser publicada, porque -en una triste coincidencia- la quinta y última dictadura militar argentina (1976-1983) quemó los cinco mil volúmenes impresos por la editorial de la Biblioteca Pública Popular Constancio C. Vigil. En 2003 reapareció un único ejemplar que había sido librado de las llamas y se reeditó en 2007. La historia de su primera impresión, su desaparición, hallazgo y reimpresión, merecen un relato aparte.

En 1995, una ordenanza del Concejo Municipal de Rosario renombró la conocida calle Regimiento Once (en la zona sur de Rosario) con el nombre de Joaquín Penina. El 17 de septiembre de 1999, en el Parque Regional Sur (del Barrio Saladillo de Rosario) se inauguró la plazoleta Joaquín Penina. Se instaló una placa donde nombra a Penina como «obrero ejemplar» y «hombre de paz».


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