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Posts Tagged ‘optimismo’


«Un pesimista es un optimista bien informado» , sentencia una antipática frase que blanden aquellos que han bajado los brazos, y cuya idea original tienen el triste honor de compartir (al menos según Internet), los literatos Antonio Mingote y Antonio Gala.

Lo nocivo de esta idea no radica en el intento de justificación del pesimismo por parte de quien la pronuncia -allá él, o ella, con su pesimismo- sino en que presenta a un optimista como un desinformado, como alguien que desconoce su entorno. «Si eres optimista es porque no te enteras de nada, pibe/a«, te está diciendo -incluso sin saberlo- tu interlocutor cuando con esa frase intenta justificar su pesimismo.

Yo creo, sin embargo, en todo lo contrario. Que es el optimista quien está suficientemente informado. Tanto, que es capaz de ver también la salida, las alternativas, las opciones. El optimista es auténticamente realista. Hablo de optimistas, no de ingenuos ni de ilusos, tampoco de obsecuentes. Hablo de un «optimismo crítico», el optimismo que invoca Paulo Freire, el que adquirimos cuando tomamos conciencia de nuestras posibilidades, de nuestras tareas en el mundo y de una nueva visión de los viejos temas.

Optimista es aquél que actúa, como describe sabiamente Helen Keller, quien supo muy bien lo que es luchar por sí mismo y por los demás:

Cada optimista se mueve junto con el progreso y lo acelera, mientras que cada pesimista mantiene al mundo en un punto muerto.

Tenemos el derecho-obligación de ser optimistas. De no resignarnos. Como dice mi amigo Jaume D’ Urgell:

Aceptar que «Sí, tienes razón, pero las cosas son así», asumir que la injusticia es insuperable, nos acerca a una dictadura universal. Rendirnos ante el mal (el odio, la discriminación, lo antidemocrático, la codicia extrema y las demás violaciones de los Derechos Humanos), no es una opción, sino un crimen.

Ahora bien, no cumpliremos con nuestro deber ni aceleraremos el progreso desde una actitud posibilista, no avanzaremos aceptando los límites que el sistema nos impone -eso sería conformismo-, pero tampoco lograremos nada desde una posición de elitismo ideológico que coloca en la vereda de enfrente y considera reaccionario a todo aquél que no es «suficientemente esclarecido». La vanguardia que mueve a un grupo debe ir delante, por supuesto, pero no tanto como para que no sea posible verla.

Tampoco avanzaremos desde posiciones irreductibles. Considerar «enemigo» a todo aquél cuyos intereses no son idénticos a los nuestros, o que tiene una actitud de las que llamamos «moderada» frente a la defensa de los intereses compartidos, no suma. Y sumar es nuestra obligación como optimistas. Sumar para que quienes de verdad creemos en la igualdad, en la plena vigencia de los Derechos Humanos y en el reparto equitativo de la riqueza, podamos mover el mundo.

No existe país en el mundo que no tenga su «déficit en materia de Derechos Humanos». ¿Eso quiere decir que tenemos que dar por hecho que siempre existirán violaciones y que son una especie de precio, que generalmente a otros les toca pagar, por nuestro bienestar?. Pues no, nuestra obligación es buscar Utopía, esa que -como nos cuenta Eduardo Galeano- está en el horizonte y se mueve cuando nos movemos. Nunca la alcanzamos. Pero gracias a ella avanzamos.

No te creas cuando te dicen que todos son iguales o que todo da igual. Ese es el argumento que nos quieren hacer comprar aquéllos que buscan perpetuar un sistema injusto, aquellos que desean mantener sus privilegios.

¿Lo vemos en ejemplos?

En este momento, en Argentina, representantes de uno de sus pueblos originarios se encuentran en huelga de hambre con la finalidad de que sus reclamos sean escuchados. Discriminados, empobrecidos y criminalizados, los pueblos originarios americanos no reclaman sus privilegios por ser los pobladores originarios del continente. Lo que piden es igualdad de oportunidades, respeto a su cultura y el derecho a la tierra que habitan.

Podemos abordar este conflicto -simplificando- desde distintos lugares:

Uno sería desde una perspectiva neoliberal, que consistiría básicamente en negarles todo derecho. ¿Qué pretenden? ¿Acaso vamos a considerar que cuatro indios son más importantes que las empresas mineras o forestales? Estamos en el siglo XXI y no nos vengan con temas del pasado. Que se adapten a la sociedad, que es lo que les toca…. Un buen exponente sería Vargas Llosa, quien afirma: “Sólo se puede hablar de sociedades integradas en aquellos países en los que la población nativa es escasa o inexistente, en donde los aborígenes fueron exterminados.”

Frente a ésta visión, en sus antípodas, tenemos a quienes se colocan del lado de los pueblos que luchan por el reconocimiento de sus derechos, que apoyan activamente su causa y sus reivindicaciones. Actúan, colaboran, difunden, exigen respuestas a las administraciones públicas.

Los derechos de los pueblos originarios sigue siendo una deuda pendiente y acuciante en América Latina. Argentina no es la excepción. Y aquí también podemos abordar el tema desde -básicamente- dos perspectivas:

Una, considerar que como el gobierno nacional -hablo de gobierno, no de partidos- aún no ha satisfecho la deuda histórica con los pueblos originarios, no se diferencia de aquéllos que piensan como Vargas Llosa, que al final todos son iguales. Que mucho llenarse la boca de Derechos Humanos, pero parece que no son para todos….

Otra perspectiva, la de ser realista y objetivo, asumir las dificultades -importantes- con las que se encuentra el ejercicio de los derechos de los pueblos originarios, los grandes intereses fácticos y económicos que se oponen, el ocultamiento cultural de todos estos siglos para el común de la sociedad, los intereses de muchos gobiernos locales con los que es necesario acordar, más allá de la voluntad del gobierno nacional, el racismo y los prejuicios, y muchos etcéteras más. Pero también al mismo tiempo saber que -al menos en este momento y en Argentina- nunca hasta ahora se había dado tanta visibilidad a la realidad de los pueblos originarios, que se han abordado con madurez y valentía cuestiones de Estado tales como el matrimonio igualitario, o los juicios a todos los responsables de las violaciones a los DDHH durante la última dictadura. Nos hemos quedado cortos, aún falta mucho camino, hay un genocidio, el de los pobladores originarios, que sigue buscando justicia.

Pero soy críticamente optimista. Veo las injusticias y las carencias. Veo que los pueblos originarios no tienen el lugar que les corresponde en la agenda política del gobierno nacional. Los Qom en estos momentos están acampando frente a Casa de Gobierno para ser escuchados, exigiendo el cumplimiento íntegro del acuerdo al que se llegó en diciembre pasado. Pero también veo avances, como el de la decisión del Poder Legislativo de conceder rango constitucional al Convenio 169 de la OIT, que reconoce los derechos colectivos de los pueblos originarios, lo que hará que su aplicabilidad sea directa y sin quedar a merced del mayor o menor racismo del juez de turno. Veo que en este momento estamos hablando de aplicación de derechos reconocidos y cumplimiento de acuerdos, cuando hasta hace muy poco la lucha era por el reconocimiento mismo de los derechos.

Nuestro optimismo nos obliga a saber que -a pesar de todo- hay un gobierno para el que los Derechos Humanos son materia prioritaria, que poco a poco la sociedad -y por ende el gobierno- asume las reivindicaciones de los pueblos originarios, literal y metafóricamente escondidas, ocultadas, durante siglos. No es suficiente la respuesta del gobierno nacional, pero no es Vargas Llosa. Estamos obligados a ser optimistas, a exigir, a actuar, y a respaldar el Estado frente a quienes se retorcerán y pelearán por conservar su privilegios malhabidos.

Respaldar sin ser obsecuente. Tanto partidarios como no partidarios del proyecto CFK.  Hay temas demasiado importantes que siguen pendientes. No permitas que queden bajo la alfombra. La agresión ambiental de la minería a cielo abierto (y muy vinculado a la cuestión de las tierras de los pueblos originarios) es uno de ellos. La problemática de la inseguridad ciudadana es otro tema demasiado importante como para que sea una herramienta electoral de los sectores más reaccionarios de la sociedad: para nosotros no debe haber víctimas de segunda, deben dolernos tanto las víctimas del “gatillo fácil” policial, como la víctima de un atraco, de desnutrición, o de un atentado terrorista.

Lo anterior ha sido sólo un ejemplo de lo que yo entiendo como una actitud críticamente optimista. No quisiera que el ejemplo nos distraiga del argumento principal. Si no es de vuestro agrado, seguro que tendréis otros mejores.

Me despido con las palabras finales de Víctor Heredia en uno de sus temas más admirados, «Informe de la Situación»:

Suscribo nombre y apellido y ruego a Usted tome partido para intentar una solución, que bien podría ser la unión de los que aún estamos vivos para torcer nuestro destino…. Saluda a Usted un servidor.

 

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