Os aseguro que lo he intentado, pero después de recabar opiniones de familiares, amigos, conocidos, colegas, contactos, expertos, autoridades, etc., no he podido encontrar a nadie que esté a favor del aborto.
Yo tampoco. Yo no promociono el aborto, yo no recomiendo abortar a cada mujer embarazada que veo, tampoco afirmo que el hecho del aborto sea bueno ni que te haga más feliz. Yo no digo: toda mujer debería abortar al menos una vez en la vida. Y, sinceramente, hasta ahora no he oído ni leído a nadie que piense así.
Con lo que me encontré es con personas de las más diversas opiniones y creencias en los aspectos morales, éticos y religiosos, y en las más diversas situaciones: hombres y mujeres, solteras y casadas, ricos y pobres, madres, padres, hermanos… Me encontré con quienes están en una posición en la que jamás se encontrarían con semejante dilema personal, y sin embargo rotundamente afirman que jamás justificarían un aborto y se cierran ante cualquier argumento despenalizador. Y a la inversa, con personas que en su esfera personal han decidido o creen que decidirían siempre no abortar, y sin embargo están a favor de la despenalización del aborto y defienden el derecho de la mujer a recibir asistencia y poder de decisión en ese aspecto.
A favor o en contra del aborto es un falso eje de discusión. Tan falso como autoproclamarse «provida» quienes están a favor de la criminalización del aborto. Aclarado esto ¿en contra o a favor de qué?. Vamos por partes:
El aborto es una cuestión de Derecho Penal. EN CONTRA.
Está demostrado que la amenaza penal no logra evitar abortos. Lo único que logra es que la intervención se produzca en la clandestinidad. Que a una mujer que se encuentra en uno de los momentos más difíciles de su vida, se le añada el estigma de la criminalización y el rechazo. Que la clandestinidad a la que se ve obligada la lleve a tener que tomar decisiones en soledad y sin ningún tipo de amparo.
La aplicación de las normas penales tampoco funciona, ni puede funcionar. Aplicar el Código Penal y perseguir el delito implicaría que deban ir presas cada año casi cientos de miles de mujeres por cada país que lo haga. Mujeres que pueden ser nuestras hermanas, amigas, vecinas, cuñadas, maestras… En general, ni siquiera se persigue el delito, porque la sociedad no está dispuesta a que esas mujeres vayan a prisión. Los procesos penales iniciados casi nunca terminan en condena, pero la persecución penal y el sometimiento a juicio es una condena en sí misma para la mujer. Que paradójico, mientras una parte de la sociedad demanda -con toda razón- que se penalicen actos que actualmente están fuera del Código Penal permitiendo que estafadores y vaciadores de las arcas públicas estén en libertad, otra parte de la sociedad
El principal efecto que produce la criminalización del aborto es que éste se produzca en la clandestinidad, y que la mujer tenga que enfrentarse a esa decisión sin ningún tipo de contención institucional.
El aborto es una cuestión de Salud Pública, Justicia Social y Derechos Humanos. A FAVOR.
El aborto clandestino coloca a las mujeres en una situación de vulnerabilidad mayor en comparación con el aborto legal. Muchas veces deciden afrontar el tema en la más absoluta soledad con la consiguiente indefensión ante cualquier problema. Muchísimas veces ante una complicación el miedo a enfrentarse a la justicia impide que acudan al auxilio médico. Incluso cuando el aborto se realiza en las mejores condiciones, cuando el dinero no es un problema, la clandestinidad en sí misma es un factor que aumenta exponencialmente el riesgo de muerte. Muertes que podrían evitarse. Por eso el aborto es una cuestión de Salud Pública.
El aborto clandestino aumenta el riesgo de muerte sin distinción de clases, pero además agrava las diferencias entre ricos y pobres, poniendo en una situación de vulnerabilidad máxima a las mujeres sin recursos económicos. Ellas no podrán acceder a una clínica privada. Deberán recurrir a métodos caseros o a profesionales no cualificados y lugares no habilitados. Por eso el aborto es también una cuestión de Justicia Social.
El Estado debe evitar todas las muertes evitables. Y estando comprobado que la persecución penal no disminuye el número de abortos, la acción del Estado debe dirigirse a que el aborto pueda realizarse en condiciones seguras de salubridad. El Estado tiene a su alcance impedir las muertes de las mujeres más vulnerables por los abortos clandestinos. Los abortos inseguros son la principal causa de mortalidad materna en muchos países donde el aborto es considerado delito. Añadamos el hecho de que no hay ninguna situación comparable en la que se encuentre la otra mitad de la especie -el género masculino- como consecuencia de la decisión de interrumpir un embarazo no deseado. Incluso cuando ambos están de acuerdo, la vida en riesgo como consecuencia de la clandestinidad es la de la mujer. Es una clara situación de desventaja evitable en la que se encuentra más de la mitad de la población. Por eso el aborto es una cuestión de Derechos Humanos.
Despenalizar el aborto no aumentará el número de abortos. No hay ningún país del mundo donde ello haya ocurrido. Al contrario, la despenalización del aborto va de la mano de políticas de educación sexual que lo que hacen es evitar precisamente los embarazos no deseados. Además, estoy convencida de que hay más posibilidades de que decida continuar su embarazo una mujer en situación de desprotección si puede acudir a las instituciones, recibir asesoramiento y apoyo y -con la contención adecuada- decidir libremente, que las posibilidades de decidir continuar que tiene una mujer que se ve obligada a acudir al circuito clandestino cuyo único destino es el aborto, no la contención ni la ayuda institucional.
Por eso: Educación sexual para poder decidir libremente, anticonceptivos para no abortar, aborto legal para no morir.