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Posts Tagged ‘xenofobia’


El 21 de marzo es el Día Internacional de la Eliminación de la Discriminación Racial, en recuerdo de la matanza de Sharpeville, que tuvo lugar en Sudáfrica ese mismo día de 1960, cuando la policía abrió fuego contra una manifestación que protestaba contra el régimen del apartheid o segregación racial. Murieron 69 personas de raza negra –entre ellos niños- y 180 resultaron heridos.

Medio siglo después de la masacre de Sharpeville la discriminación racial sigue presente. No de la misma forma, por supuesto. El racismo violento –afortunadamente- se reduce a grupos de inadaptados, en muchos casos manipulados por agrupaciones políticas de extrema derecha. Aún así, siguen siendo marginales, y su violencia se combate con el Código Penal. Son delincuentes, y así deben ser tratados. Esos no me preocupan.

La discriminación racial que de verdad me preocupa y más extendida en nuestro entorno es ese racismo de baja intensidad, ese racismo que busca aprobación social y se entremezcla con la xenofobia, al punto que racismo y xenofobia pueden considerarse en esencia, lo mismo. Miedo al diferente que se manifiesta de diversas formas, desde el desprecio e invisibilización, hasta la agresión física, pasando por el convencimiento de que somos superiores, y de que son “ellos” los que deben cambiar y ser como “nosotros”, renunciando a su cultura si quieren que los aceptemos. Y me preocupa porque esa es la base sobre la asientan su crecimiento los partidos de ultraderecha en épocas de crisis económica. Como si de los recortes de salarios, salud pública, educación, etc., fueran culpables los inmigrantes y no los señores de traje y corbata que juegan a la ruleta con nuestro bienestar.

La mayoría de estas conductas discriminatorias vienen de personas que no se consideran racistas. «Yo no soy racista, pero…» y después el mazazo discriminatorio “no sé que hacen aquí, no se integran, comen cosas raras, se llevan las ayudas, nos quitan el trabajo…”. ¿Por qué es tan típica esta situación? Porque la xenofobia no deja de ser una distorsión en la percepción de la realidad, que nos hace sobrevalorar nuestra cultura, nuestra etnia y nuestras costumbres por sobre las demás. Pero el xenófobo no se acepta como tal, ya que no es consciente de su alteración en la percepción de la realidad.

El xenófobo no ve una persona, ve un extranjero. Allá donde lo que hay es un trabajador como él, ve un inmigrante que amenaza su empleo. Donde hay un emprendedor, ve un inmigrante al que seguro han ayudado más que a él. Donde hay un paciente, ve un extranjero que abusa de la sanidad pública. Su enfermedad consiste precisamente en no ver a la persona, y ver sólo la amenaza del diferente.

A esta altura algún lector pensará: “no será tan así… en muchos casos tendrán razón.” ¿Lo vemos en ejemplos? Los siguientes son sacados de la vida cotidiana.

Caso 1: A los extranjeros les dan preferencia en la sanidad pública

El señor hace cola para pedir cita a un especialista, justo delante de mí. Delante de él una joven latina. El señor se sentía algo molesto porque parece que no era la primera cola que le tocaba hacer ese día, y para desahogarse se puso a protestar al aire sobre lo mal que funciona la seguridad social en España y sobre cómo los extranjeros eran mejor tratados que los españoles. Buscaba la aprobación en mi cara, que por supuesto no encontró, sino que más bien recibió la siguiente respuesta con todo el acento argentino que pude: “debe haber algún extranjero que tiene beneficios dobles –el de él y el mío-  porque en mi caso, nunca nadie me dio un  trato preferencial por ser argentina.”

El caso es que cuando llega a la ventanilla la joven latina, obtiene cita para la semana siguiente. Le toca al señor enfadado y le dan cita para tres meses después, hecho que lo llevó a enfadarse aún más e increpar a la empleada que por qué a la extranjera la tratan mejor que a él. A lo que la empleada muy calmada pero muy firme y en voz alta le contestó: “SI USTED ESTUVIERA EMBARAZADO TAMBIÉN LE HABRÍA DADO CITA PARA LA PRÓXIMA SEMANA.”

Eso hacen la xenofobia y el racismo: el señor no vio una persona como él, no vio una paciente como él, no vio una embarazada (que por eso sí era diferente), sólo veía una extranjera morena.

Caso 2: Los extranjeros que abren un negocio no pagan impuestos y los nacionales sí.

Este suele ser un tópico recurrente. Cual leyenda urbana, en España todo el mundo conoce un comerciante nacional que se queja de los impuestos que tiene que pagar, y también conoce (en este caso es más probable que lo conozca el cuñado del primo de un amigo) un chino o un marroquí que acaban de abrir un negocio y no pagan impuestos.

Para desmontar este tópico es suficiente con responder: “No estoy enterado/a de que existan tales beneficios, pero supongo que si Ud. lo dice será porque conoce la ley o reglamento. Es más, las personas afectadas por esa situación deberían reclamar las mismas exenciones. ¿Podría decirme cuál es esa ley?”

De hecho, cuando he utilizado esta respuesta, lo más parecido a una exención para extranjeros que me han mostrado fue un convenio de doble imposición internacional entre España y China, que es moneda corriente entre un montón de países del mundo y que -entre otras cosas- sirve para que las empresas españolas puedan exportar sus productos a China -y crear empleo en España- sin tener que pagar impuestos en China. O sea: de exención para extranjeros… ni hablar.

La realidad es que las exenciones impositivas -muy pocas- ayudas y créditos blandos se dan –bajo determinadas condiciones- a todo emprendedor, independientemente de que sea nacional o inmigrante. Pero el xenófobo razona de esta manera: Manolo el de la peluquería de la esquina de toda la vida, no tiene ningún beneficio. Ahmed que acaba de abrir un peluquería, le han bonificado determinados impuestos y le han dado subvenciones. El xenófobo pensará: el marroquí tiene subvenciones y el nacional no. Porque en lugar de ver a un a un emprendedor -que es lo que le da derecho a las ayudas tanto si es nacional como inmigrante- ve al extranjero. La ayuda que recibe por la misma e idéntica razón un nacional no es noticia. La ayuda que recibe un extranjero automáticamente es vista como “ayuda para extranjeros”.

Caso 3: Los extranjeros desempleados reciben más ayudas que los nacionales.

Este comentario que tuve oportunidad de leer es antológico y se explica por sí mismo: “A mí no me dieron el subsidio de desempleo y a mi vecino que es extranjero sí. Yo tengo más derecho porque soy nacional.”

Claro,  el hecho de que para acceder a las prestación de desempleo es que haya realizado los correspondientes aportes -seas o no extranjero- es irrelevante para el xenófobo. ¿Acaso creerá que los extranjeros deben realizar los aportes obligatorios pero luego no recibir la prestación? O cuando hablamos de subsidios no contributivos, el hecho de que la razón por la que se concede o no esa ayuda es la existencia de cargas familiares resulta irrelevante para el xenófobo, que no ve que la razón para recibir o no dicho subsidio es tener o no tener hijos. Lo único que ve el xenófobo es al extranjero, e incluso llega a opinar cuando se le responde que el subsidio no lo recibe por ser extranjero sino por tener más cargas familiares.: “pero los extranjeros tienen más hijos que nosotros, así que también se benefician más.”

Es una respuesta real, dada por una persona que jura y perjura que no es xenófoba.

Caso 4: El gobierno beneficia la contratación de trabajadores extranjeros por sobre la contratación de nacionales

Esta vez, al igual que en el caso 2, opté por solicitarle a la persona que hacía esta afirmación la norma en la que se basaba. Y me adjuntó esto una resolución del ministerio de trabajo, del año 2011, que incentivaba la contratación de desempleados que provinieran del sector de la construcción.

Cuando le comenté que seguía con mi ignorancia porque en ninguna parte del documento podía encontrar la palabra extranjero, inmigrante, o similar, su respuesta fue: “La construcción es uno de los sectores incentivados con reducción de cuotas de la seguridad social, y como el sector de la construcción empleaba mucha mano de obra inmigrante, ahora hay un montón de desempleados extranjeros provenientes de ese sector que tienen incentivada su contratación y tendrán más facilidad para encontrar empleo.”

Otra vez viendo al extranjero, antes que a un trabajador del sector más castigado por la crisis, y cuya contratación se incentiva, tanto si es inmigrante o nacional. La xenofobia no permite ver al trabajador desempleado igual que muchos otros, sólo deja ver al extranjero, aunque en ese incentivo para la contratación, la nacionalidad no tenga nada pero nada que ver.

El caso de los casos, para la antología del disparate: Ana Botella y la inseguridad en la Comunidad de Madrid.

El 5 de febrero de 2003 fue un día infausto en la Comunidad de Madrid. 4 muertos por homicidio, resultado de tres hechos violentos, todos el mismo día. Preguntada por esos cuatro asesinatos, la esposa del entonces Presidente del Gobierno y candidata a concejal por el PP, Ana Botella, tardó décimas de segundo en vincular el aumento de la delincuencia a la llegada de inmigrantes.

http://www.elpais.com/articulo/espana/Ana/Botella/vincula/aumento/delincuencia/llegada/inmigrantes/elppor/20030206elpepunac_6/Tes

De ninguna de esas cuatro muertes en Madrid fue imputado un inmigrante, ni siquiera investigado. Desde el primer momento las investigaciones policiales se dirigieron a españoles que terminaron condenados por ello, uno de los cuales resultó ser un asesino en serie, el “asesino de la baraja”. http://www.elpais.com/articulo/espana/personas/fallecen/asesinadas/24/horas/Madrid/Navarra/elpepiesp/20030206elpepinac_26/Tes

Ana Botella nunca se disculpó por sus declaraciones. Simplemente que la habrán entendido mal.

¿Y tú, a quien ves cuando ves a un inmigrante?

 

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El joven no entendía por qué tanto enfado con el Ministro francés que ordenó expulsar a todos los gitanos rumanos, de vuelta a Rumania:

Estos de los derechos humanos ya se pasan!!! Es cierto que delincuentes e impresentables hay de todos orígenes y colores, no es que yo sea racista ni «xenófago» o como se diga eso, pero a éstos que no son franceses -pensaba el joven- no tienen por qué aguantarlos. Además, yo estoy en España, qué me importa. Bastante tengo con lo mío, hace dos años ya que no tengo curro, nadie necesita un albañil. Y sin pasta tampoco puedo estudiar otra cosa…
En fin… voy a seguir echando currículums, a ver si hay suerte. Ahora hay que tener suerte hasta para que te reciban el currículum, y ni hablar para que al menos lo lean. Creo que tengo más posibilidades de ganar la lotería que de encontrar algún curro. Y encima te encuentras con que está lleno de extranjeros trabajando. No tengo nada contra ellos, pero ¿no debería ser los españoles primero cuando somos tantos los que estamos parados? 6.000.000 de desempleados, si los de afuera se volvieran todos a su país seguro que la mitad de los españoles encuentra trabajo.
Ayer mismo pasé por una empresa de transporte a echar el curriculum (no he repartido nunca, pero no me importa y aprendo rápido, además me gusta conducir), cuando llegué había un montón de conductores descargando, y resulta que también había colombianos, venezolanos, uruguayos, argentinos, marroquíes, rumanos, y un par de negros africanos. Cuando localicé a un español le pregunté dónde dejar el CV y llamó a la responsable: «Claudia, ¿puedes bajar que hay un chico que pregunta por trabajo?» Era también extranjera!!!!!
No puede ser, si dan ganas de hacerse de esos con la cabeza rapada y las botas, un «esquínjed» de esos. Ya sé, voy a escribir a los de la empresa de transporte y les exigiré que despidan a todos los extranjeros y contraten nacionales o les mando una inspección de trabajo y de hacienda y de todo lo que pueda. Nadie está limpio del todo, seguro que se asustan. Decidido. No les va a salir barato tener tantos extranjeros. Alguien tiene que hacer algo o este país se va al carajo.
Primero los de casa ¿no? Si tus hijos pasan hambre no le vas a regalar comida al vecino. Pues acá pasa lo mismo. Si hay españoles en paro no vamos a regalar empleo a los de afuera!!!
Bueno, a seguir. Me voy para Llanera de Ranes que me dijeron que van a contratar albañiles para unas obras viales y la nueva planta de residuos también pide gente.

– Buenas… ¿es acá donde hay que apuntarse para la obra vial?
– Sí, déjeme el currículum.
– Tome. Como verá, soy albañil con mucha experiencia, español, y hablo valenciano.
– ¿Es vecino de Llanera? Porque acá Ud. pone que vive en Valencia.
– No, soy de Alzira de toda la vida, pero ahora vivo en Valencia.
– Lo siento entonces, se ha decidido contratar solamente a vecinos del pueblo. Tome, llévese el currículum, si lo deja irá a la basura.

Esta historia es una ficción basada en distintos hechos e informaciones reales, vividos o presenciados por la autora.

María Claudia Cambi

Valencia, 25 de septiembre de 2013

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El 21 de marzo es el Día Internacional contra la Xenofobia y el Racismo en recuerdo de la Matanza de Sharpeville, que tuvo lugar en Sudáfrica ese día de 1960, cuando la policía abrió fuego contra una manifestación que protestaba contra el régimen del apartheid o segregación racial. 69 muertos  y 180 heridos, muchos de ellos niños, y todos de raza negra.

Medio siglo después y a pesar de los esfuerzos, la discriminación racial sigue presente, muy presente en nuestro entorno. No de la misma forma, por supuesto. El racismo violento –afortunadamente- se reduce a grupos de inadaptados, en muchos casos manipulados por agrupaciones políticas de extrema derecha. Aún con el peligro que acarrean, siguen siendo marginales, y su violencia se combate con el Código Penal. Son delincuentes, y así deben ser tratados. Esos no me preocupan.

La discriminación racial que sí me preocupa y que es la más extendida es esa de baja intensidad, que busca aprobación social y se entremezcla con la xenofobia, al punto que pueden considerarse en esencia, lo mismo. Miedo al diferente que se manifiesta de diversas formas: desde la invisibilización hasta la agresión física, pasando por el convencimiento de que somos superiores, y de que son “ellos” los que deben cambiar y ser como “nosotros”, renunciando a su propia cultura si quieren que los aceptemos, ya que las sensibilidades culturales y religiosas que tenemos que respetar son la “de aquí”, no las de ellos, que son “de fuera”. Eso sí, siempre acompañado de la aclaración de que “no soy racista, pero…”.

El racismo de baja intensidad de la gente como tú y como yo, del vecino, de la compañera de trabajo, de la recepcionista, del que atiende el teléfono y se pone en guardia cuando el otro habla con acento, del que cree que el inmigrante de la tienda de la esquina no se entera de sus burlas.

El racismo de quien compró el discurso xenófobo y creyó de buena fe que la solución al desempleo venía de la mano de mandar los inmigrantes de vuelta a sus países de origen, como si de deshechos industriales se tratara, que aplaudió las detenciones arbitrarias, la privación de derechos, la criminalización de una persona sólo por ser. Que votó a los candidatos que anunciaban que privarían a los inmigrantes del derecho a la salud, a la educación, a las ayudas sociales y a la vivienda. Que sabía que no estaba bien, que no era solidario ni era caridad cristiana, pero qué diablos… era por el bienestar y el empleo de “los de aquí”.

Siempre habrá alguien que lo justifique diciendo: "los que marginan son ellos!!".

Siempre habrá alguien que lo justifique diciendo: «los que marginan son ellos!!».

El racismo de quien -ahora que se han ido por voluntad propia o a la fuerza no sólo muchos inmigrantes sino también muchos nacionales- ve que el desempleo sigue su escalada hasta porcentajes que parecen de ficción, que disminuye la recaudación impositiva y que entonces nos dicen que el problema está en que el Estado de Bienestar es obsoleto, que si el Estado gastara menos en mantener la salud pública y la educación y aceptáramos pagar aún más por ello habría más dinero para crear empleo y dinamizar la economía, que “achicar el Estado es agrandar la nación”, y entonces hay más desempleo, y se restringen también al máximo las ayudas a los desempleados.

Mientras tanto, los Bancos. Unos han tenido ganancias récord –en su cuenta de resultados y en la remuneración de sus directivos- y otros gestionados ruinosamente han sido rescatados con dinero público, dinero nuestro. Los Bancos que son los profesionales del crédito pero que son tratados por la Justicia como si fueran la víctima incauta frente al contrato de adhesión que el deudor hipotecario poderoso y manipulador de precios del mercado le ha obligado a firmar. Los Bancos a los que damos nuestro dinero público barato para que nos lo presten  más caro y así pagar la deuda pública contraída para rescatarlos a ellos mismos (así de simple, de tonto, y de criminal). Los Bancos que cada día dejan cientos de familias en la calle para quedarse con la vivienda vacía más la vivienda del jubilado avalista de su hijo hipotecado.

Y ahora es cuando –muy tarde ya- muchos “que no son racistas, pero…” se dan cuenta de que los han engañado. Ahora es cuando advierten que no es luchando por “lo de uno” cómo se conservan los derechos propios, sino luchando por los derechos de todos.  Que los derechos propios no pueden estar garantizados cuando no están garantizados los derechos ajenos.

En eso consiste, precisamente, la diferencia entre derechos y privilegios. Mientras los privilegios se basan en la privación del prójimo, en disfrutar lo que los demás no, los derechos tienen una matemática maravillosa: mientras más se amplían los derechos ajenos, más garantizados tenemos los nuestros. Y mientras más amenazados estén los derechos ajenos, más en peligro estarán los nuestros. ¿Por qué? Porque en una sociedad que consiente la exclusión y la discriminación, nunca perderás el miedo de que el próximo excluido o discriminado seas tú.

¿Qué hubiera pasado si el 10% -sólo el 10%- de quienes ahora se movilizan contra despidos o contra desahucios, nos hubieran acompañado cuando sólo éramos “cuatro almas” los que  nos movilizábamos contra las expulsiones de seres humanos y los Centros de Internamiento de Extranjeros, por los derechos de los más vulnerables de la sociedad en ese momento?

Quizás –sólo quizás- ahora no estaríamos luchando por derechos que creíamos asegurados. Quizás los que nos están robando nuestros derechos se hubieran encontrado con la resistencia de una sociedad más unida y solidaria. Quizás, si el por entonces Presidente del Gobierno hubiera sabido que contaba con la red de una ciudadanía solidaria y combativa no por sus intereses sino por los derechos de todos, y dispuesta a plantarse de verdad frente a los poderes fácticos y especulativos…. quizás no se hubiera dejado torcer el brazo y no hubiera firmado los decretos que jamás creyó que firmaría.

Mohamed Aziz frente a la vivienda de la que fue desalojado en 2011.

Mohamed Aziz frente a la vivienda de la que fue desalojado en 2011.

Y en medio de todo esto, nos encontramos con que el ciudadano que luchó y logró el dictado de la reciente sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea que pone en jaque al sistema hipotecario español y abre el camino de la recomposición del equilibrio de derechos y paralización de los desahucios…  se llama Mohamed Aziz, y es un inmigrante marroquí.

No puedo evitar preguntarme: ¿Cuántos de los posibles beneficiarios de su perseverancia habrán mirado, opinado y actuado con algún grado de desprecio o resentimiento frente a ese inmigrante que “les robaba el empleo y las ayudas sociales” cuando las cosas se pusieron difíciles?

Para terminar, las palabras de mi amiga Leire Diez al conocer la noticia: ¿La sociedad se dará cuenta de que la historia devuelve a los intolerantes bofetones de dignidad de quienes sufrieron los ataques?

María Claudia Cambi

Valencia, 21 de marzo de 2013.

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El 21 de marzo es el Día Internacional contra la Xenofobia y el Racismo, en recuerdo de la Matanza de Sharpeville, que tuvo lugar en Sudáfrica, ese día de 1960, cuando la policía abrió fuego contra una manifestación que protestaba contra el régimen del apartheid o segregación racial. Murieron 69 personas de raza negra –entre ellos niños- y 180 resultaron heridos. Lamentablemente los acontecimientos en Libia restaron a este recordatoria el protagonismo que merece, pero unos cuantos comentarios que leí y escuché me decidieron a escribir esta nota.

Medio siglo después de la masacre de Sharpeville la discriminación racial sigue presente. No de la misma forma, por supuesto. No al menos en nuestro entorno. El racismo violento –afortunadamente- se reduce a grupos de inadaptados sin cerebro (lo siento pero es lo más suave que se me ocurre), en muchos casos manipulados por agrupaciones políticas de extrema derecha. Aún así, siguen siendo marginales, y su violencia se combate con el Código Penal. Son delincuentes, y así deben ser tratados. Esos no me preocupan.

La discriminación racial que de verdad me preocupa y más extendida en nuestro entorno es ese racismo de baja intensidad, ese racismo que busca aprobación social y se entremezcla con la xenofobia, al punto que racismo y xenofobia pueden considerarse en esencia, lo mismo. Miedo al diferente que se manifiesta de diversas formas, desde el desprecio e invisibilización, hasta la agresión física, pasando por el convencimiento de que somos superiores, y de que son “ellos” los que deben cambiar y ser como “nosotros”, renunciando a su cultura si quieren que los aceptemos.

La mayoría de estas conductas discriminatorias vienen de personas que no se consideran racistas. Yo no soy racista, pero… y después viene el mazazo discriminatorio “no sé que hacen aquí, no se integran, comen cosas raras, se llevan las ayudas, nos quitan el trabajo…”. ¿Por qué es tan típica esta situación? Porque la xenofobia no deja de ser una distorsión en la percepción de la realidad, que nos hace sobrevalorar nuestra cultura, nuestra etnia y nuestras costumbres por sobre las demás. Y como toda distorsión psicológica –del mismo modo que operan la anorexia y la vigorexia, por ejemplo- el xenófobo no se acepta como xenófobo, ya que no es consciente de su alteración en la percepción de la realidad.

El xenófobo no ve una persona, ve un extranjero. Allá donde lo que hay es un trabajador como él, ve un inmigrante que amenaza su empleo. Donde hay un emprendedor, ve un inmigrante al que seguro han ayudado más que a él. Donde hay un paciente, ve un extranjero que abusa de la sanidad pública. Su enfermedad consiste precisamente en no ver a la persona, y ver sólo la amenaza del diferente.

A esta altura alguno pensará: “no será tan así… en muchos casos tendrán razón.”¿Lo vemos en ejemplos? Les aseguro que son reales y contrastables.

Caso 1: A los extranjeros les dan preferencia en la sanidad pública

El señor se encuentra en la cola para pedir cita a un especialista, justo delante de mí. Delante de él una joven latina. El señor se sentía algo molesto porque parece que no era la primera cola que le tocaba hacer ese día, y para desahogarse se puso a protestar al aire sobre lo mal que funciona la seguridad social en España y sobre cómo los extranjeros eran mejor tratados que los españoles. Buscaba la aprobación en mi cara, que por supuesto no encontró, sino que más bien recibió la siguiente respuesta con todo el acento argentino que pude: “debe haber algún extranjero que tiene beneficios dobles –el suyo y el mío-  porque en mi caso, nunca nadie me dio un  trato preferencial por ser argentina.”

El caso es que cuando llega a la ventanilla la joven latina, le dan cita para la semana siguiente. Le toca al señor cabreado y le dan cita para tres meses después, lo que lo terminó de hacer explotar e increpar a la empleada que por qué a la extranjera la tratan mejor que a él. A lo que la empleada muy calmada pero muy firmemente le contestó: “SI USTED ESTUVIERA EMBARAZADO TAMBIEN LE HUBIERA DADO CITA PARA LA PROXIMA SEMANA.”

Eso hace la xenofobia: el señor no vio una persona, no vio una paciente, no vio una embarazada, sólo podía ver una extranjera.

Caso 2: Los extranjeros que abren un negocio no pagan impuestos y los nacionales sí.

Este suele ser un tópico recurrente. Cual leyenda urbana, todo el mundo conoce un comerciante nacional que se queja de los impuestos que tiene que pagar, y de que el chino o el marroquí de la esquina no pagan nada por sus negocios. No hay otra manera de desmontarlo que ésta: “No estoy enterado/a de que existan tales beneficios, pero supongo que si Ud. lo dice será porque conoce la ley o reglamento. Es más, las personas afectadas por esa situación deberían reclamar las mismas exenciones. ¿Podría decirme cuál es esa ley?”

De hecho, ayer mismo lo utilicé en respuesta a un comentario, y lo más parecido a una exención para extranjeros que pudieron mostrar fue ésto: http://www.aeat.es/wps/portal/DetalleContenido?url=La+Agencia+Tributaria%2FNormativa%2FFiscalidad+Internacional%2FConvenios+de+doble+imposici%C3%B3n+firmados+por+Espa%C3%B1a%2FChina%2FConvenio+entre+el+Gobierno+de+Espa%C3%B1a+y+el+Gobierno+de+la+Rep%C3%BAblica+Popular+China&content=29d7ac81e44b8010VgnVCM10000050f01e0aRCRD&channel=d8b02adcc31de010VgnVCM1000004ef01e0a____&ver=L&site=56d8237c0bc1ff00VgnVCM100000d7005a80____&idioma=es_ES&menu=1&img=8

Un convenio de doble imposición internacional entre España y China, que es moneda corriente entre un montón de países del mundo y que -entre otras cosas- sirve para que las empresas españolas puedan exportar sus productos a China -y crear empleo en España- sin tener que pagar impuestos en China. O sea: de exención para extranjeros… ni hablar.

La realidad es que las exenciones impositivas, ayudas y créditos blandos se dan –bajo determinadas condiciones- a todo emprendedor, independientemente de que sea nacional o inmigrante. Pero el xenófobo razona de esta manera: Manolo el de la peluquería de la esquina de toda la vida, no tiene ningún beneficio. Ahmed que acaba de abrir un peluquería, le han bonificado determinados impuestos y le han dado subvenciones. El xenófobo pensará: el marroquí tiene subvenciones y el nacional no. Porque en lugar de ver a un empresario, a un comerciante, a un emprendedor -que es lo que le da derecho a las ayudas tanto si es nacional como inmigrante- ve al extranjero. La ayuda que recibe por la misma razón un nacional no es noticia, es más, ni se fija. La ayuda que recibe un extranjero automáticamente es vista como “ayuda para extranjeros”.

Caso 3: Los extranjeros desempleados reciben más ayudas que los nacionales.

Este comentario que tuve oportunidad de leer es antológico y se explica por sí mismo.

“A mí no me dieron el subsidio de desempleo y a mi vecino que es extranjero sí. Yo tengo más derecho porque soy nacional.”

Claro, el hecho de que la razón por la que se concede o no esa ayuda es la existencia de cargas familiares resulta irrelevante para el xenófobo, que no ve que la razón para recibir o no el subsidio es tener o no tener hijos. Lo único que ve el xenófobo es al extranjero, e incluso llega a opinar ante este razonamiento: “pero los extranjeros tienen más hijos que nosotros, así que también se benefician más.”

Es tristemente cierto y reciente, y afirmado por una persona que jura y perjura que no es xenófoba.

Caso 4: El gobierno beneficia la contratación de trabajadores extranjeros por sobre la contratación de nacionales

Esta vez, al igual que en el caso 2, opté por solicitarle a la persona que hacía esta afirmación la norma en la que se basaba. Y me adjuntó esto: http://www.seg-social.es/prdi00/groups/public/documents/binario/142495.pdf

Cuando le comenté que seguía con mi ignorancia porque en ninguna parte del documento podía encontrar la palabra extranjero, inmigrante, o similar, su respuesta fue: “La construcción es uno de los sectores incentivados con reducción de cuotas de la seguridad social, y como el sector de la construcción empleaba mucha mano de obra inmigrante, ahora hay un montón de desempleados extranjeros provenientes de ese sector que tienen incentivada su contratación.”

Otra vez viendo al extranjero, antes que a un trabajador del sector más castigado por la crisis, y cuya contratación se incentiva, tanto si es inmigrante o nacional. La xenofobia no permite ver al trabajador desempleado igual que muchos otros, sólo deja ver al extranjero, aunque en ese incentivo para la contratación, la nacionalidad no tenga nada pero nada que ver.

El caso de los casos, para la antología del disparate: Ana Botella y la inseguridad en la Comunidad de Madrid.

El 5 de febrero de 2003 fue un día infausto en la Comunidad de Madrid. 4 muertos por homicidio, resultado de tres hechos violentos, todos el mismo día. Preguntada por esos cuatro asesinatos, la esposa del entonces Presidente del Gobierno y candidata a concejal por el PP, Ana Botella, tardó décimas de segundo en vincular el aumento de la delincuencia a la llegada de inmigrantes.

http://www.elpais.com/articulo/espana/Ana/Botella/vincula/aumento/delincuencia/llegada/inmigrantes/elppor/20030206elpepunac_6/Tes

De ninguna de esas cuatro muertes en Madrid fue imputado un inmigrante, ni siquiera investigado. Desde el primer momento las investigaciones policiales se dirigieron a españoles que terminaron condenados por ello, uno de los cuales resultó ser un asesino en serie, el “asesino de la baraja”. http://www.elpais.com/articulo/espana/personas/fallecen/asesinadas/24/horas/Madrid/Navarra/elpepiesp/20030206elpepinac_26/Tes

Ana Botella nunca se disculpó por sus declaraciones. Simplemente que la habrán entendido mal.

¿Y tú, a quien ves cuando ves a un inmigrante?

María Claudia Cambi

Valencia, 21 de marzo de 2011

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Te dijeron que la solución al problema del desempleo estaba en echar a los trabajadores inmigrantes, cual mercancía pasada de moda.

Tú les creíste, compraste el discurso xenófobo y contribuiste a difundirlo. Aplaudiste las detenciones arbitrarias, la privación de derechos, la criminalización del inmigrante. Votaste a los candidatos que anunciaban que privarían a los inmigrantes del derecho a la salud, a la educación y a las ayudas sociales. Fue duro, sabías que no estaba bien, pero era por todos nosotros, por los que somos del país. Por tu empleo.

Un día te das cuenta de que se han ido -por voluntad propia o a la fuerza- casi todos los inmigrantes. Claro, nadie quiere estar donde lo rechazan y es perseguido.  Te han contratado ahora sí a ti para cuidar ancianos (eso que antes no querías hacer y se lo dejabas a los inmigrantes) pero a tu vecina que es maestra de primaria no le han renovado la plaza temporal, ni tampoco han convocado oposición para cubrir nuevas plazas de maestro. Tu vecina se ha quedado en el paro porque ahora con menos extranjeros, también hay menos niños en las escuelas.

También ha disminuido la recaudación impositiva, ya que hay menos consumo, se paga menos IVA e impuestos indirectos. Han reducido la plantilla unas cuantas líneas aéreas que hacían viajes a Latinoamérica, ya que no sólo que no hay inmigrantes que viajen en sus vacaciones, sino también que ahora sus familiares no vienen a visitarlos. Por cierto, otro vecino tuyo también se ha quedado en el paro por este motivo. De las agencias de envío de divisas al exterior, queda menos de la cuarta parte, y los bancos también han eliminado ese área de negocio. Un primo de tu amiga del pueblo también se fue a la calle.

Protestas porque ahora que no hay inmigrantes sigue habiendo desempleados. Entonces te dicen que el problema está en que el Estado de Bienestar es obsoleto, que si el Estado gastara menos en mantener la salud pública y aceptáramos pagar por ello -además de lo que pagamos con nuestros impuestos- habría más dinero para crear empleo y dinamizar la economía. Votas entonces a los candidatos que ahora te dicen que «achicar el estado es agrandar la nación», y ganan.

Como hay que reducir el Estado de Bienestar para dinamizar la economía -según te habían dicho, lo creíste y lo votaste- han suprimido todas las ayudas para el bienestar de las personas dependientes. Entre ellas la que recibían las familias de los ancianos que cuidabas. Al no poder hacer frente a ese gasto, la empresa de servicios para la que trabajabas ha tenido que despedirte. Aquellos a los que has votado también han eliminado las ayudas a los desempleados.

El banco que te quitará tu casa, mientras tanto, ese banco ha tenido ganancias récord. Otros bancos en peligro fueron rescatados de la quiebra con dinero público, con tu dinero.

Recién ahora te das cuenta que te han engañado. Pero es tarde.

María Claudia Cambi

Valencia, 17 de marzo de 2011

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