Como cada 1 de julio, felicito al General Juan Jaime Cesio por su cumpleaños y lo hago públicamente no sólo para homenajearlo, sino para dar a conocer su historia de honor y compromiso con la defensa irrestricta de los Derechos Humanos.
Esta vez empezaré por el final. Porque necesitamos finales felices tanto como necesitamos ejemplos, y su historia -afortunadamente- nos brinda ambos. Nos alegra el alma conocer finales felices a vidas dedicadas a la reafirmación democrática en tiempos de dictadura.
Porque a sus recién estrenados 87 años, el General Juan Jaime Cesio ha ganado al olvido y a la infamia. Su trayectoria vital no sólo es un ejemplo, sino un estímulo. Hoy disfruta de un retiro honorable, en compañía de su esposa, hijos y nietos maravillosos. Y en libertad.
Quienes no conocen al General Cesio se preguntarán el porqué de mi nota. Se extrañarán aún más si les cuento que este ciudadano fue descalificado por falta gravísima al honor con accesoria de pérdida del uso del grado, título y uniforme. Pero si también les cuento que la sanción fue aplicada por la última dictadura cívico-militar argentina, la que entre 1976 y 1983 cometió los más graves delitos de lesa humanidad y violaciones a los derechos humanos de la historia reciente, seguro que algo empiezan a entender.
La gravísima falta del entonces Coronel Cesio fue acompañar a las Madres de Plaza de Mayo en una de sus marchas. En realidad no fue sólo eso, puesto que declaró públicamente durante la dictadura que “bandas integradas por militares habían usurpado el gobierno” y que con “el mendaz propósito de combatir la subversión, cometieron delitos aberrantes, como el secuestro, la tortura y el asesinato de miles de personas”.
En momentos en que la práctica totalidad de los uniformados se callaron la boca y miraron para otro lado, al Coronel Cesio se le dio por tener el coraje de decir la verdad.
Consecuencia de semejante atrevimiento, se le inició un sumario por “deshonor e indecoro militar”. Denunciar la desaparición de personas era indecoroso para nuestros militares. Se pidieron para el Coronel Cesio seis años de prisión mayor. Tras un sobreseimiento y un nuevo juicio, el llamado Superior Tribunal de Honor del Ejército le impuso, el 7 de noviembre de 1983 (un mes antes del fin de la dictadura y asunción de Raúl Alfonsín), la más grave de las sanciones previstas. “Descalificación por falta gravísima al honor, con la accesoria de privación de su grado, título y uniforme”. Osvaldo Bayer dijo sobre el tema: “Matar, desaparecer, robar niños, torturar a mujeres embarazadas, tirar al mar a seres humanos vivos, no era delito. Denunciar esos hechos, sí.”
Ante la condena del Coronel Cesio, el director del Buenos Aires Herald -James Neilson- escribiría el 15 de noviembre de 1983 un artículo en el que señala: “Muy difícil sería encontrar una prueba más impresionante de los efectos profundamente corruptores del poder sobre las instituciones militares y los hombres involucrados en ellas que el suministrado por este lamentable episodio, revelador del inmenso daño infligido no sólo al país sino a las mismas fuerzas armadas por decenios de régimen militar directo o indirecto. Se ha perdido la capacidad de distinguir entre el bien y el mal, entre lo que es honorable y lo que no lo es y la de haber instituido un código de silencio, que lo subordina todo al ocultamiento de la verdad no sólo de los extraños sino también de los militares que temen enfrentarla”.
Durante más de 20 años de democracia en la Argentina, la sanción aplicada al Coronel Cesio siguió vigente. Mientras tanto, los genocidas se beneficiaban -de momento- de indultos y leyes de olvido. Algunos llegaron a legisladores y gobernadores.
El Coronel Cesio, mientras tanto, fundó el Centro de Militares para la Democracia Argentina (CEMIDA), desarrolló una militancia política en el Partido Intransigente (lo cual me dio el honor de ser compañera de militancia), y siguió esperando -igual que la sociedad entera- Justicia.
A continuación, una pequeña píldora de su pensamiento:
“Los militares sirven a la democracia en su profesión y se integran a su país como ciudadanos. Como militares obedecen, como ciudadanos hacen uso de las libertades que la Constitución les otorga, a la que defienden en todos sus órdenes; de entre ellos, el de velar por la paz.” “Se podría comenzar con tratados internacionales de desarme. Es insensato que en los presupuestos se destinen a la compra de armamentos recursos que servirían para paliar la desnutrición y cuidar la salud, entre tantas necesidades impostergables que nos conmueven. La tenencia de armas por parte de los ciudadanos debe ser restringida y ni siquiera debe aceptarse las que los niños usan para JUGAR”.
“No pocos pueblos de América latina han sido flagelados por los golpes de Estado militares a los que llamaron revoluciones cuando en verdad fueron involuciones. Aunque ninguno causó mayor daño y espanto que la última dictadura militar argentina. Los represores –que no solamente mataron y torturaron, sino que también se enriquecieron escandalosamente– ganaron la que llamaron guerra pero perdieron la paz porque se valieron del terrorismo de Estado. El Estado es el único que tiene el derecho de ejercitar la violencia e impone esta potestad tal exigencia ética, que resultan desde todo punto de vista abominables las acciones consumadas sin el debido encuadramiento legal.”
Durante la presidencia de Raúl Alfonsín fue designado Gerente de Resguardo Patrimonial de YPF y se envió por primera vez al Senado su pliego para que se le restituyera el grado militar. Finalmente -y una vez vencidas las resistencias de los sectores más rancios y conservadores- 30 años después del inicio de la dictadura que lo sancionó, y cerca de su cumpleaños 80, en el año 2006 recuperó formalmente el honor que nunca perdió. El entonces Presidente de la Nación Néstor Kirchner envió al Senado los pliegos de ascenso a general de dos coroneles comprometidos con la democracia y la Constitución y perseguidos por grupos paramilitares. La propuesta de ascenso, presentada como una medida “reparatoria, que pone las cosas en su lugar”, alcanzaba al Coronel Cesio y al fallecido Martín Rico, asesinado en marzo de 1975 cuando investigaba a la «Triple A” (banda terrorista de ultraderecha que tras el golpe de 1976 fue asimilada al aparato represivo de la dictadura).
Y cerrando esta historia, vuelvo al principio. Nuestro ahora General Cesio celebra sus 87 años con orgullo, junto a su familia, en libertad, y recibiendo el afecto de todos quienes lo apreciamos, admiramos y valoramos su ejemplo.
Así como a los militares genocidas la Justicia -aunque lentamente- los pone donde les corresponde: entre rejas, en el caso de nuestro General, han sido los representantes del pueblo, y el pueblo, los que le han dado el lugar de honor que se merece.
¡FELIZ CUMPLEAÑOS, QUERIDO GENERAL!
Adjunto en imágenes la entrevista publicada por la emblemática Revista Humor de la época, y por cuyas declaraciones fue sancionado. Aprovecho para agradecer a mi amigo, el periodista Dante López Foresi, por hacerme llegar tan valioso documento.
Valencia, 1 de julio de 2013.
María Claudia Cambi
¡Feliz cumpleaños, general! Muchas gracias, María Claudia por este merecidísimo homenaje.
Gracias Silvana!!! Abrazos fuertes.
Es un acto de valentía por su parte. Me alegro por el final feliz y enhorabuena por el homenaje María Claudia.
Un gran hombre de honor…
Reblogueó esto en DOS ORILLASy comentado:
El General Cesio cumple hoy 90 años. En el año 2014 recibió el Premio Nicolás Salmerón de Derechos Humanos que tuve el gran honor de entregar. Comparto nuevamente su historia porque no sólo es un ejemplo, sino un estímulo para quienes creemos que vale la pena todo lo que podamos hacer por un mundo más justo y en la defensa de los derechos humanos.